Naif, coloridas y superfluas, así se ven las dos últimas películas del cineasta Noah Baumbach recientemente estrenadas en nuestro país: Mientras seamos jóvenes (2014) y Mistress America (2015). Y no es mera coincidencia que aparezcan en ellas los rostros de algunos actores de índole “hipster” (Lola Kirke y Adam Driver) que se han dado a conocer en series independientes, urbanitas y generacionales como Mozart in the Jungle (2014– ) o Girls (2012– ).
Escrito por Pablo Cristóbal
Edición gráfica por Alicia Victoria Palacios Thomas
Nos queda claro a todos que Noah Baumbach no es ni mucho menos Woody Allen —aunque los inseguros y aburguesados personajes de estas dos últimas películas compartan la misma pátina de hipocresía intelectual y superioridad moral— y tampoco ha querido ser nunca un apéndice de su colega Wes Anderson, pese a que Baumbach sea el artífice de guiones tan perspicaces y sorprendentes como Life Aquatic (2004) o Mr. Fox (2009).
El imaginario de este cineasta entronca con el de un adulto (cínico y nostálgico) encerrado en el cuerpo de un joven o, al menos, así lo era hasta hace unos años.
Que Mr. Fox esté filmada con la técnica del stopmotion y en clave de «fábula de animalitos» para narrar una alegoría sobre la crisis de los cuarenta, supone una declaración de principios tanto de Noah como de Wes. Pero Anderson, copiado hasta la saciedad por realizadores menos talentosos de videoclips y publicidad, se ha decantado por zambullirse a fondo en su faceta estilística, hasta llegar a un paroxismo visual (inalcanzable), y convertirse en un cineasta que ya no narra sino que presume de puesta en escena.
Este nunca había sido un objetivo para el cine propio de Baumbach que, hasta hace poco escribía y rodaba amparado en el distintivo del indi estadounidense cenizo, oséase, ese que entroncaba con el cine de tragicómicos cineastas como Jim Jarmusch, Richard Linklater o Gus Van Sant y que mantiene una verborrea más propia del mumblecore.
Cabe decir que Baumbach rodaba a su manera en una época en que el indi, tan difundido como prodigado por el festival de Sundance, no era sólo un compendio de jóvenes nihilistas, coolturetas e incomprendidos que buscaban el sentido de la vida (el amor en muchos casos) entre explosiones de color, chicas con rostro de gnomo, acciones desenfadadas y demasiados desequilibrios hormonales que, para colmo, van acompasados por una banda sonora de ukeleles, xilófonos y, en muchos casos, hasta la aparición de dibujos animados —véanse algunos ejemplos en películas tan exitosas como ¡Olvídate de mi! (Michel Gondry, 2004), Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2006), Juno (Jason Reitman, 2007), 500 días juntos (Marc Webb, 2009) o Amigos de más (Michael Dowse, 2013)—.
El indi, desde hace mucho, es una marca —que no un género—. Y como tal, se emplea en la publicidad para vender «otras marcas».
Si hasta ahora Baumbach había logrado distanciarse lo suficiente de iconos del cine como Woody Allen, Peter Bogdanovich o Wes Anderson —conservando una firma autoral indisoluble que ni necesitaba abusar de una estética vintage como la de Anderson ni se entregaba a la comedia neoyorkina de Allen, tanto como a la tragedia existencialista— ahora el realizador se nos ha hecho mayor (o se siente mayor) y, en cualquier caso, ha crecido: su alter ego ha pasado de ser ese chico de rostro agriado (al que puso cara Jesse Eisengberg) y cuyos padres se divorciaban en Una historia de Brooklyn (The Squid and the Whale, 2005) a ser ese padre (interpretado por Jeff Daniels) que rompía el núcleo familiar para preservar la vieja afición de seducir a alumnas fácilmente impresionables.
Que en Irrational man (2015), Woody Allen, emplee precisamente a la actriz Parker Posey —coprotagonista de la ópera prima de Noah Baumbach, Kicking and Screaming (1995)— no es mera coincidencia sino más bien un intento de entablar un diálogo generacional y un imaginario común entre los cineastas de ayer y los de ahora.
Algo que ya hiceran: David Lynch con sus admirados Nicholas Ray y Federico Fellini; Carlos Saura con su maestro Luis Buñuel; Brian De Palma con Hitchcock; José Luis Guerin con Jonas Mekas; Todd Haynes con Douglas Sirk; Noah Baumbach y Jonás Trueba con toda la nouvelle vague francesa (en general) e incluso Richard Linklater y Danny Boy que dialogaron —cuando no les robaron las frases— con sus coetáneos del Dogma ‘95 danés en películas como Tape (2001) o 28 días después (2002).
En Irrational man la actriz Parker Posey —que aparece como una tercera protagonista del film— interpreta a una solitaria profesora de Universidad que se convierte —a base de insistir— en la amante del profesor (y asesino) más irresistible, atormentado y cotizado de la localidad.
Posey, que aún a día de hoy es para muchos una desconocida, pertenece al imaginario norteamericano del indi más rohmeriano y se hizo un hueco haciendo papeles de «estudiante atolondrada» en películas como la mencionada Kicking and Screaming (Noah Baumbach, 1995), la experimental Flirt (Hal Hartley, 1995) que podría verse como un juego demiúrgico similar al que más tarde se nos reta en Melinda y Melinda (Woody Allen, 2004), Party Girl (Daisy von Scherler Mayer, 1995) que fuera nominada al Gran Premio del Jurado en Sundance hace más de 20 años, Sleep With Me (Rory Kelly, 1994) una película injustamente infravalorada cuyos diálogos llevan el peso de toda la acción hasta tal punto que un joven Quentin Tarantino se permitía una aparición en la que contaba por qué Top Gun era una película gay y así vemos a Parker Posey hasta en películas de Richard Linklater como Movida del 76 (1993) y Suburbia (1996).
El problema parece ser que Noah Baumbach —desde que se ha sumado a la larga tradición de cineastas que huyen de faldas curtidas para entregarse a las caricias de mujeres menos talentosas pero más jóvenes— se ha vuelto medio lelo.
El cineasta se ve a sí mismo como una rara avis de «viejoven» (como les sucedió a Woody Allen y Peter Bogdanovich) que intenta atrapar a la desesperada el elixir de la eterna juventud y, por ende, de la vida; más aún desde que iniciase una relación laboral y sentimental con su actriz fetiche Greta Gerwig (de 32 años), quien le ha llevado por un nuevo sendero fílmico en contraposición al de su anterior pareja y musa del cine siniestro Jennifer Jason Leigh (de 54 años) que participara en la escritura de los guiones de Greenberg (2010) o Margot y la boda (2007).
Si Frances Ha (2012), coescrita por su actual pareja Greta Gerwig, fue un soplo de aire fresco en la filmografía del cineasta también podemos afirmar con rotundidad que sus dos siguientes películas no oxigenan sino que desinflan y aligeran el peso de toda su carrera.
Baumbach, que desde sus inicios tratara el tema de la juventud con un extraordinario sentido de la madurez ha invertido sus fortalezas convirtiéndolas en debilidades y no es extraño que una ingenua Gerwing figure también como coguionista de Mistress America (2015).
La crisis de mediana edad de Baumbach ahora se plasma con una mirada juvenil y chocolatera, cine Hipster, tópico en su propuesta gafapastil, con un existencialismo de medio pelo que se decanta por la comicidad happy y las sonatas de los años ochenta que constantemente nos reivindica el cine de consumo más banal. Un cine al que le falta la amargura, crudeza e ingenio que destilaban trabajos como Una historia de Brooklyn (2005), Margot y la boda (2007) o Greenberg (2010).
Ahora, con Mistress America (2015) el velo se ha caído y podemos decir a las claras lo que antes sólo eran sospechas, que el nuevo tándem creativo Noah–Gerwing realiza un cine mucho más desenfadado y vitalista, que a algunos —en plena treintena— se nos antoja condescendiente y parcialmente involutivo.
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