son cosas para quien les gustan, es lo mismo que lamer unos chanclos Corazón de perro Mijaíl Bulgakov
“¡U-u-u-u-u-hu-huu-huuu!
¡Oh!, mírenme, me estoy muriendo. La ventisca en el porche entona mi funeral y yo la acompaño con mis aullidos. Estoy perdido, perdido. Un miserable con un gorro sucio, el cocinero de la cantina de los empleados del Soviet Central de la Economía Nacional- me ha echado agua hirviendo y tengo el costado izquierdo escaldado. ¡Qué cerdo! Y para colmo, proletario. Señor, Dios mio, ¡qué dolor! El agua hirviendo me ha carcomido hasta los huesos. Ahora aúllo, aúllo, como si el aullar me ayudara en algo.
¿En qué le he molestado? ¿Acaso faltarán los víveres en el Soviet de la Economía Nacional si escarbo entre las basuras? Mírenle si tienen ocasión la jeta: ¡es más ancho que largo! Ladrón con jeta de bronce. ¡Qué gente los hombres! Al mediodía el del gorro me ha obsequiado con un cubo de agua hirviendo, y ahora ya ha oscurecido serán más o menos las cuatro de la tarde a juzgar por el olor de cebolla que sale del cuartel de bomberos de la calle Prechistenka. Los bomberos, como ustedes saben, cenan casha, pero es lo último, al igual que comer setas. Unos conocidos mios de la calle Prechistenka me han contado que en el restaurante «Bar» de la calle Neglinyi sirven de plato del día setas con salsa picante a 3 rublos 5 kopeks la ración. Son cosas para quien les gustan, es lo mismo que lamer unos chanclos…
U-u-u-u-u.
El dolor del costado es inaguantable, y veo perfectamente claro el futuro de mi carrera: mañana aparecerán las llagas, y me pregunto ¿con qué las voy a curar? En verano uno puede largarse a Sokólniki, allí hay una hierba especial, muy buena, y además te puedes hartar gratis de monduras de salchichón y lamer los papeles untados con grasa que abandonan los ciudadanos. Y si no fuera por los idiotas que cantan en el prado, a la luz de la luna «Celeste Aida», de una manera que te hacen vomitar, sería una verdadera maravilla.
Pero ahora ¿adónde ir? ¿No habeís recibido puntapiés con la botas? Sí, claro ¿y pedradas en las costillas? también, bastantes. Todo lo he probado, estoy en paz con mi destino y si ahora lloro es sólo por el dolor físico, por el frio, porque mi ánimo todavía no se ha extinguido. El espíritu de un perro es tenaz.»
Mijaíl Bulgakov, Corazón de perro, Moscú
Enero – marzo de 1925