Mostrar las espaldas de las personas en cine y fotografía puede ser el punto de vista necesario para zafarse de la situación pudorosa del encuentro y, por lo tanto, colocar la pertinente barrera que permita realizar el trabajo.
Estas son las espaldas y las personas, que no siempre eran acomodadamente envueltas por las ciudades de Chicago y de Nueva York, vistas a través del visor de Vivian Maier a partir de la década de los `50.
Nadie sospechaba que de las pateadas que profesaba Maier entre un trabajo y otro —cuidaba niños para ganarse la vida— saldrían capturados estos momentos de exuberante naturalidad.
Su obra apareció hace unos años, en 2009, antes de formar parte del cubo de la basura. Sus fotografías y películas en Super 8 reflejaban fascinación por cómo vivían los demás, por ver cómo se desenvolvían en el gran panal de la ciudad, y por averiguar cuales eran sus penas, debilidades y orgullos.
Llevaba a cabo una tarea similar a la caza, apuntando al corazón del animal —si la caza fuese para llevarse un momento de alma—. Aunque a veces los animales estuviesen de espaldas. Maier era una cazadora de imágenes urbanas que murió pobre y en el anonimato y que dejó tras de si una habitación cerrada con candados y carretes sin revelar.
Algunos dicen que fue solo la falta de dinero para revelar estos carretes lo que mantenía su actividad fotográfica un secreto pero creo que en todo ello había un actitud humilde ante la vida del que se sabe que tan sólo está de paso.
«Tenemos que dejar sitio a los demás. Esto es una rueda, te subes y llegas al final, alguien más tiene tu misma oportunidad y ocupa tu lugar, hasta el final, una vez más, siempre igual. Nada nuevo bajo el sol.»
— Vivian Maier