El más fuerte vence. Y tú, como espectador, te vas dejando llevar y eligiendo a tu favorito, el que debe escapar con vida de la base antártica. “No hemos venido a practicar la democracia…”
Tu reverso tenebroso
por Dolores Bravo
La educación que recibes se define por la orientación de aquello que se te inculca. La palabra orientación es la clave y dependerá de aquello que aprendas, de quien te lo enseñe y, en última instancia, del individuo y su aplicación a la vida.
En el cine se recrean situaciones límite en las que observamos cómo reacciona cada ser humano. Un personaje bien desarrollado deberá tener carácter, ser coherente, tener dignidad, amar de una forma única. Todo ello deberá intensificarse cuanto más se lleve al extremo.
En películas como La Cosa (J. Carpenter, 1982) cada personaje presenta una personalidad propia, distintiva. En un periodo de tiempo muy pequeño deben aprender a actuar contra algo que desconocen y que tiene la intención de aniquilarlos, no solo a ellos mismos sino a toda la humanidad. Tarda muy poco en aflorar la desconfianza entre los mismos compañeros y por ello no dudarán en eliminar a su más allegado al más mínimo asomo de duda. El más fuerte vence. Y tú, como espectador, te vas dejando llevar y eligiendo a tu favorito, el que debe escapar con vida de la base antártica. Macready, el personaje de Kurt Russell, parece ser el último en decidir ser cruel, el último que deja de ver compañeros para enfrentarse a enemigos. Es el ser humano más valioso, porque es el protagonista y porque lo es, así de sencillo y llegado el momento solo te preocupa que él se salve.
Otras historias plantearán las crisis de otra manera. Un submarino, por ejemplo, es el lugar idóneo: personas hacinadas, sometidas a mucha presión, trabajadores de único uso y función (cocinando, engrasando maquinaria o escuchando el radar), enlatadas dentro-abajo y sobre todo sin ninguna opción de aislarse, de relajarse y escapar de esa agobiante rutina.
Cuando visionas una película debes poder desarrollar el sentido del humor apropiado y conseguir extraerle algo de jugo a casi cualquier cosa. Así ocurre con Marea Roja (Tony Scott, 1995), me cayó bien desde la primera vez que la vi.
Solamente con frases como “hemos venido a defender la democracia, no a practicarla” o cantidad de escenas “memorables”: Gene Hackman pidiéndole intimidad a Denzel Washington mientras acaricia a su lindo pulgoso en el camarote, Viggo Mortensen comentando la posibilidad de un conflicto nuclear al mismo tiempo que plancha su camisa junto al Capitán Hunter (el propio Denzel), Hunter haciendo footing pisando con fuerza el suelo metálico de la nave… y sobre todo la magnífica conversación acerca de los caballos -se dice, se comenta que este cachito lo aportó Tarantino- con el bofetón incluido que seguro inspiró a Guy Ritchie en su RocknRolla, 2008, para describir sopapos que te devuelven a la infancia.
Pero también es cierto que cuanto más la veo más me quedo con la idea de nuevas lecturas, distintas interpretaciones. En este caso, la más llamativa es que los dos personajes protagonistas son la misma personalidad. Ni siquiera dos caras de un personalidad, la misma directamente.
¿Nunca has discutido con alguien y has pensado que no tenía sentido, que con personas tan extremas no se puede dialogar? Y a la vez, con un poco de autocrítica (será lo que salve al mundo si todo va bien) puedes llegar a la otra conclusión, la dolorosa: a veces discutimos con personas que somos nosotros mismos. Por eso, la idea del submarino es magnífica, porque encerrado y aislado no tienes más opción que ser tú mismo, llevar tu personalidad al extremo porque realmente crees que has sido bien educado o enseñado y que tu decisión final no puede tener ninguna grieta. En tu interior podrás dudar pero si lo muestras a los demás estarás perdido.
Veo la película y no me cabe la menor duda de que tanto el Capitán de Corbeta (siempre sentí predilección por semejante rango) Ron Hunter como el Capitán Frank Ramsey son la misma persona con idénticas creencias y equivalentes puntos de vista, y que únicamente les separa haber tomado una de las posibles soluciones del mismo conflicto. Todos lo hacemos: el lunes comentas a todo el mundo que no eres de mucho dormir y el jueves se te oye mencionar que si no duermes al menos ocho horas dejas de ser persona. Es sólo un ejemplo pero ocurre constantemente.
Por todo ello es bastante revelador cavilar que, tarde o temprano coincidirás con esa persona que será la que más te corrija, la que te ponga en duda, esa persona que eres tú portando otro rostro. Ese individuo que seguro será tu mayor y más complejo enemigo.
Es demasiado espinoso tomar conciencia de algo así mientras acontece, de ahí que por lo general decidas confiar solamente en ti mismo y no en personas de razonamientos más convincentes.
Eso o quédate con la idea: “no hemos venido a practicar la democracia…”
Alcalá de Henares, 10 de agosto de 2011