Alcine 44 parte II
Continuamos repasando el festival de cine de Alcalá de Henares. Tras reseñar lo mejor del Certamen Europeo, ahora es el turno del Certamen Nacional. Por supuesto, el nivel de calidad es claramente menor que el anterior (incomparable la selección de un país con la de todo un continente), pero entre toda una colección de infortunios también hay trabajos a relucir. Al mismo tiempo esta clase de selecciones demuestran los males y tendencias que se repiten en el cine español y los aciertos y sorpresas que de vez en cuando nos da nuestro cine.
Escrito por Pablo Cristóbal
Edición de texto Carlos Cristóbal
Edición gráfica por Alicia Victoria Palacios Thomas
Certamen Nacional
MEMORÁNDUM (Juan Millares Alonso). Mediante la hibridación entre ficción y documental –arropada en la técnica del found footage– el director imagina una posible “historia invisible” acerca de las imágenes grabadas en 1945 sobre unas mujeres fichando a la entrada del trabajo. Los fotogramas pertenecen en la vida real al memorándum que el archivero de un centro de estudios financieros envía a su jefe. En ese documento, en la ficción, la voz en off de su protagonista nos confiesa su obsesión por esta vieja película industrial de principios del siglo XX, que le hace revivir sus problemas con su mujer y con las mujeres en general. Narrado con mucha elegancia este voice-over, tenemos aquí una geografía humana –deudora de la literatura de Poe– a partir de esta apropiación del celuloide, como también hizo con su anterior obra experimental El pabellón alemán (2009).
(RE)CONSTRUCCIÓN (José Manuel Carrasco Fuentes). Una joven actriz que en el pasado alcanzó la cumbre del estrellato vuelve al trabajo después de algunos años de olvido. Esto supone para ella un duro golpe –que acompaña de rabia y apatía contra sus compañeros de reparto– en una lucha perdida que niega su situación actual: la de la involución en la escala social al mundo del amateur. Estamos, como dice su mismo director, “ante el experimento de poner a los actores ante la cámara y jugar con ellos durante horas y horas”. El blanco y negro vuelve a aparecerse como decisión estética, aquí evocadora de algunos de los años más rupturistas y creativos de la historia del cine, como fueron la nouvelle vague o el neorrealismo. Y con esta atmósfera rota y depresiva se nos termina por contar una historia de superación del ego (que no es sino la aceptación de la derrota, de los sueños rotos a la que nos somete la vida) en un contexto de rodaje low cost. Esta obra de metacine desorienta intencionadamente al espectador en una ambigüedad dramática con interpretaciones muy convincentes y nos lleva por el arquetípico viaje dentro de las muñecas rusas, como ya hizo John Cassavetes en Una mujer bajo la influencia (1974), David Lynch en Mulholland Drive (2001) e Inland Empire (2006) o incluso Satohi Kon en Perfect Blue (1997).
EZEQUIEL Y LA GALGA MARÍA (Eva Marín). Ezequiel es un niño al que le caracteriza tanto su asombrosa percepción auditiva como el cariño que profesa por los animales. Cada día falta al colegio para escaparse al campo, arropado en una naturaleza salvaje pero nada hostil, ya que, estamos ante una mirada infante, pura y embellecida que nada sabe del comportamiento humano. En una ocasión, entre los múltiples sonidos, llamará su atención un gemido hiriente proveniente de su perra, la galga María. Esto supondrá un cambio en su vida. Ambientado en un entorno rural, preciosista y silente, el mensaje de este cortometraje con sabor a Victor Erice, gira en torno a romper la tradición más provinciana, la educación del maltrato animal y el desaforado uso de la crueldad por la parte que le toca a la paternidad. Un bellísimo cortometraje, sin duda, con algunos problemas por resolver, pero que nos obsequia con el carácter pictórico de cada uno de sus fotogramas. Por ello su responsable, Carlos Cebrián, cosechó muy merecidamente el Premio a la mejor fotografía
ZEPO (César Díaz Meléndez). Tan breve como intenso, el cortometraje de animación Zepo narra lo que podría ser un cuento popular, una revisión del lobo o el hombre del saco, esta vez en forma de pareja de guardias civiles cuyo aspecto recuerda a los señores oscuros de Tolkien. Realizado mediante la técnica de la arena, su narración al más puro estilo Caperucita roja –antes de que los hermanos Grimm eliminaran su extrema dureza hasta convertirlo en un cuento para todos los públicos– desvela los secretos incómodos que en este país a nadie interesa destapar.
LA PASIÓN DE JUDAS (David Pantaleón). Basada en la extravagante tradición local de algunos pueblos españoles e iberoamericanos, en los que se apedrea, lincha o quema un muñeco que simboliza el personaje de Judas Iscariote, asistimos a la función grotesca de este teatro bíblico representado por un elenco de personas que padecen retraso mental. El histrionismo de sus acciones (se martirizan pero también bailan y celebran), sumado al desconcierto del montaje, provoca una inquietante carcajada en el espectador. David Pantaleón viene a completar su trilogía titulada «Cuentos de cartón», un proyecto llevado a cabo junto al Centro Ocupacional de Valleseco, integrado por hombres y mujeres con discapacidad intelectual de este pueblo de Gran Canaria. Pero dicho esto, el director parece querer hacer una mofa arriesgada y políticamente incorrecta de la “subnormalidad cristiana”. Sus referentes cinematográficos aluden directamente a obras tan controvertidas como Gummo (1997, Harmony Korine), What is it? (2005, Crispin Glover), Los idiotas (Idioteme, 1998, Lars Von Trier) o También los enanos empezaron pequeños (1970, Werner Herzog). Sin duda alguna, nunca se había contado de forma tan novedosa la famosa traición que sufrió Cristo a manos de uno de sus apóstoles, tal vez, su más querido.
BLOQUEJATS APILATS (Marc Riba y Anna Solanas). El negro es el color de los dioses (2002), Violeta, la pescadora del mar negro (2006), Las gemelas de la calle Poniente (2010) y Canis (2013) son solo algunos de múltiples cortometrajes del tándem de animación stop motion más interesante y rebelde del actual panorama nacional. En esta ocasión se alejan de sus atmósferas tenebrosas e historias asfixiantes para adentrarse en el terreno de la ciencia ficción de un modo muy personal y diferente, al igual que extrañamente colorido. No adelantaremos nada más de esta breve historia catastrofista de animación fabulosa. Muy justa ganadora de la mejor dirección artística y la mejor música original.
SERORI (Pedro Collantes de Terán). Este autor de origen holandés, japonés y español ambienta la acción en una ciudad japonesa. Desarrollado en la mayor parte del metraje en un largo y fijo plano secuencia, relata un encuentro casual entre un joven (nerd, virgen y treintañero) y su vecina (solitaria, cotilla y cincuentona) que, por compromiso, acaba en una comida (un sencillo aperitivo con apio, “seriori”) y una peculiar charla en una furgoneta. Un trabajo inteligente, apoyado en una gran dirección de actores, que despide sencillez y naturalidad, en consonancia con una estructura narrativa sólida, y, al mismo tiempo, nos divierte y sorprende en esta escena tan verosímil, incluso en la resolución patética. Nada que objetar a su Premio a la Mejor producción madrileña.
CAFÉ PARA LLEVAR (Patricia Font). Alicia camina atareada ultimando los preparativos de su boda cuando decide entrar a pedir un café para llevar en la primera cafetería que encuentra. Casualidades del destino, allí que se encuentra inesperadamente con Javi, su ex novio. Café para llevar es una historia acerca de aquellos sentimientos del pasado que creíamos olvidados y que, en un abrir y cerrar de ojos, reaparecen desbordándonos y poniendo patas arriba nuestro universo de certezas. El cortometraje está magníficamente rodado y los actores demuestran todas sus capacidades interpretativas, sin embargo, la trama alude a la secuencia final de una película que nunca hemos visto. Mejor todavía sería revisitar el segundo capítulo del largometraje Nueve vidas (2005, Rodrigo García). Rodado en plano secuencia, menos localista y con la mejor interpretación que nos haya ofrecido Robin Wright y Jason Isaacs, nos contempla básicamente el mismo microrelato –embarazo incluido–, esta vez en un supermercado, como símbolo del aburguesamiento que a todos nos depara en un futuro de madurez y responsabilidades. El mayor pecado de esta obra no es tanto el uso chantajista de su música extradiegética cercana a Closer (2004, Mike Nichols) como que básicamente Rodrigo García ya realizara el mismo cortometraje con ocho años de antelación. El jurado ni se dio cuenta de ello o quizás premió precisamente esas evidentes semejanzas con el Tercer Premio “Ciudad de Alcalá”.
BIKINI (Óscar Bernàcer). Cuenta en clave de sutil comedia la historia real de cómo en los años cincuenta el alcalde de Benidorm, Pedro Zaragoza, viajó al palacio del Pardo a lomos de una Vespa con el objetivo de convencer a Franco (y a su mujer, Carmen Polo) de que para atraer el turismo a las costas españolas tendría que permitir vestir la polémica prenda de baño conocida como bikini. En esta caricatura de nuestra sociedad, Franco es mostrado como un calzonazos y un usurero mientras Carmen Polo es una católica superficial más preocupada del mundillo de la farándula. Tenemos la génesis del desarrollismo nacional, más conocida como especulación urbanística y destrucción del paisaje costero. Cabe destacar la brillante interpretación de Sergio Caballero (Los chicos del Puerto, 2013) al que acompañan dos esenciales del humor español, Carlos Areces (Muchachada Nui, 2007-2010) y Rosario Pardo (Tapas). El resultado es una sátira directa, sencilla y rodada de forma impecable que navega en terreno conocido, el de una España dominada por un elenco de pícaros. Por este sentimiento de familiaridad que siente el espectador combinado con una memoria histórica afincada a lo cutre y, a su vez, al presente, el cortometraje funciona a la perfección.
EL SEÑOR DEL ABRIGO INTERMINABLE (Victoria Sahores Ripoll). A través de la abstracción silente y una estética que navega en los prósperos caminos del stop motion asistimos a la andadura, casi en forma de penitencia, de un hombre que porta un abrigo que no cesa de crecer y que lo lastra en su camino hacia ninguna parte o, tal vez, hacia un paraíso difuso. La metáfora sirve para ilustrar una imagen-espejo de nosotros mismos sobre ese hombre aislado de la sociedad.
LA NOCHE DE LAS POCHONGAS (Roberto Bueso). Nos muestra la última noche que pasará un muchacho adolescente con su grupo de amigos antes de partir a Barcelona, donde le espera una nueva vida. Temas como el despertar de la sexualidad o el temor ante un mundo de desconocida dirección son algunas de las propuestas que salen a relucir en esta aventura con interpretaciones frescas y espontáneas. Divertido relato vitalista y generacional que alude directamente a películas como Cuenta conmigo (Stand by me, 1986 , Rob Reiner), American Graffiti (George Lucas, 1973), Movida del 76 (Dazed and Confused, 1993, Richard Linklater), Aquellos Maravillosos años (1988-1993) o incluso la primera parte de El cazador (The deer Hunter, 1978, Michael Cimino). El final de una época es el comienzo de otra. Se llevó merecidamente el Premio de la Comunidad de Madrid.
TAKE ME TO THE MOON (Oriol Martínez y Enric Ribes). En épocas de escasez económica siempre hay una mirada hacia los lugares que están en perpetua explotación laboral. La mirada exótica resulta una pastilla más fácil de tragar en este retrato de crisis perpetua, sobre todo ahora que vivimos un momento en que nuestra nación a duras penas se mantiene a flote. La trama (o la no trama) de este trabajo tiene lugar en la fábrica textil Antex (Hangzhou, China), donde los destinos quedan entrecruzados, las esperanzas parecen perdidas y sólo queda soñar con un futuro mejor. A pesar de ello, su carismático dueño, Qian An Hua, busca la utopía (utopía en la que se intuye un trabajo diario de catorce horas, siete días semanales) en una fábrica feliz a través de diferentes actividades, fiestas y bailes. La colonia se prepara para celebrar la Navidad y Li Xueqin, una joven recién llegada, y la veterana familia Wang nos mostrarán la sinfonía agridulce de este peculiar cosmos de más de 2.000 trabajadores. Sin lugar a dudas el mayor sueño de este empresario es que el trabajador no sea solo un mero engranaje de su fábrica sino que viva en ella, sintiéndose parte de una gran familia y, por ende, parte de su tradición. Estas fiestas disfrazan las eternas jornadas laborales en una radiante quimera con un Santa Claus vestido de rojo, que se erige una vez más como fetiche capitalista de la Navidad. La mayor virtud de este documento semi-ficticio reside tanto en la ambigüedad de su mensaje como en las vistas de su paraje oriental. Los paralelismos que se dan con nuestra tierra no son una coincidencia, de ahí que el pequeño Wang Wugang corone una torre humana como si se tratara de la enxaneta de un castell. Ganadora del Segundo Premio «Ciudad de Alcalá».
SOY TAN FELIZ (Juan Gautier). Fran es una mujer muy desgraciada, sepultada bajo el peso que supone la responsabilidad de cuidar de su madre mayor y enferma. Ésta se ha enclaustrado en una vida sin amigos, sin diversión y sin amor. Los dos mundos por los que coexiste están colmados de enfermedad, el hospital donde trabaja –concretamente en psiquiatría– y su hogar, cuidando de su progenitora, que con los años se lo va poniendo cada vez más difícil. Todo el mundo grisáceo de Fran consiste en un camino mal empedrado de constantes sacrificios y, para colmo, su hermano aparece con la intención de ingresar a la madre de ambos en una residencia. Soy tan feliz remite, en su puesta en escena, a algunos momentos de La herida (2013, Fernando Franco): en sus seguimientos, atmósferas, condición melancólica e incluso algunos instantes de reclusión… Hay demasiados elementos que parecen plasmados de esta película cuya aparición tuvo lugar un año antes con toda suerte de premios y alabanzas. Pero este corto, al contrario que su predecesora, expone claramente la causa de su constante estado depresivo, y conforma así un retrato generacional en ese momento de la vida en que las tornas se invierten (cuando los jóvenes cuidan a sus mayores) y una juventud quebrada debe hacer frente, como mejor pueda, a su entrada en la edad adulta y en el mundo incierto que ha heredado. Ganó el Premio Escuela Superior de Imagen y Sonido (CES) al mejor sonido y a la mejor interpretación femenina (Olaya Martín).
Aunque en principio queríamos hablar de lo mejor del certamen, hay ciertos trabajos irregulares o pobres que no podemos evitar reseñar.
PORTRAIT EN DEUX TEMPS (Pablo García Canga). Blanco y negro, apuntes en un parque. Una chica francesa que estudia en Madrid y enseña un dibujo a sus compañeros de la universidad. El nacimiento de una atracción entre opuestos. Una fiesta, el éxtasis de la juventud. Un momento intimista de ebriedad que no da lugar a ninguna culminación sexual. La desaparición de este personaje que se reencuentra con ella dos años más tarde, ahora con otro nombre y aspecto. La duda de si es el mismo chico o si es que sólo ella desea que lo sea. Bajo todo este prisma de posibilidades nos encontramos con un mediometraje fallido, en favor de una experiencia acerca de la vitalidad perdida pero cuyas escenas se dilatan acarreando momentos de puro tedio; véase, por ejemplo, dos momentos de jóvenes tocando la guitarra y compartiendo litronas. Así, en un festival de cortometrajes chocamos con cuarenta y nueve minutos tan intrascendentes como superficiales, subyugados a unos diálogos que tratan de disfrazar su falta del sentido del ridículo a través de una manida y exótica estética afrancesada. Un canto a la vida en pos de lo poético, cuya inmadurez se deja ver con creces al final (SPOILER), cuando la protagonista, en una imagen irrisoria, termina por abrazar a un tipo vestido de oso o de ardilla.
TODO UN FUTURO JUNTOS (Pablo Remón). Dos banqueros conversan en un bar sobre el mecanismo del fraude que ha supuesto la escandalosa venta de los preferentes en nuestro país. A partir de aquí nos depara la confesión de uno de ellos, que parece haberse obsesionado con una joven manifestante que acampa delante de su casa diariamente. Todo un futuro juntos es, más que un cortometraje en regla, un juego de improvisación entre el director, su cámara y los actores. Su hacedor, Pablo Remón, ya nos advierte al comienzo, en forma de rótulos, que lo que estamos viendo es una ficción a partir de la conversación entre dos banqueros que escuchó una vez en un bar. Es una buena anécdota, pero eso no da para un cortometraje de calidad, ni justifica esta sintética escenificación fallida con un despliegue de frases manidas y un excesivo uso de la intensidad en cada réplica. En este formalismo encorsetado con textos muy literarios también anida una pretendida sensación de libertad (de improvisación en la que los actores a veces se pisan las frases), pero que no termina de funcionar en el terreno de la verosimilitud. El diálogo es demasiado falso y su cámara temblorosa no es ni hiperrealista ni experimental sino meramente chapucera. Pero no es su mala técnica el peor punto a destacar de este ejercicio perezoso que, con un mayor trabajo de guión y dirección, podría haber salido sumamente bien. Esta trama de tintes sociales terminará en un fallido discurso de amor entre opuestos cuyo empeño por dramatizar (por sobreactuar) no deja espacio a ninguna autenticidad. La cinta utiliza el tema de las preferentes para hablar de la dependencia que tienen los bancos hacia sus clientes, pero oculta un discurso vago que se desmorona en esa construcción cimentada en la demagogia y un mensaje demasiado fácil. Todo esto no molestaría tanto si no fuera por la cantidad de premios que este cortometraje está cosechando: Versión Española – SGAE, Madrid en Corto, Málaga, Astorga… y en el horizonte los Goya 2014. Su éxito levanta una ligera brisa de sospecha, como si se tratara de la gran apuesta del momento, que no la mejor ni la más arriesgada (sobre todo teniendo en cuenta de lo políticamente correcto de su argumento), de la mano de un guionista y director con varios premios a sus espaldas (sobre todo por la magnífica Casual day, que dirigió Max Lemcke en 2008) y respaldado por dos actores en auge de inestimable talento. Por supuesto aquí también ha sido el gran ganador del festival: Primer Premio «Ciudad de Alcalá», premio ALMA al mejor guión y mejor interpretación masculina a Luis Bermejo (un gran actor, pero no precisamente en un gran papel).
NENA (Alauda Ruiz de Azúa). ¿Qué pasaría si un antiguo amor te llamara tras muchos años para verte y tu yo del pasado se te apareciese para impedirlo? Pasaría que tendríamos una mirada juguetona y nostálgica sobre la experiencia iniciática que todos llevamos dentro. Pero Nena arrastra un grave problema, porque de tan indie y soñadora en su propuesta formal, la directora convierte la trama en un anuncio de sonrisas y lágrimas, estropeando así la que podría haber sido una bella historia sobre la superación del pasado y la decepción de la vida adulta. Similar propuesta ya la vimos en El chico (2000, Jon Turteltaub) y algunos momentos cómicos –como ver las expectativas juveniles de una niña sobre su yo futuro– también parecen clonados de Regreso al futuro II (1989, Robert Zemeckis). En este cortometraje de chicas risueñas se puede afirmar sin temor que la niña del pasado tiene el peso, la rabia y la fuerza que su personaje –al que acaban de romper el corazón– demanda, mientras que su yo adulto nos deleita constantemente con una sonrisa que delata su encefalograma intelectual y coeficiente, más propio de una llanura, que de una mujer. El auténtico error de este cortometraje no está en el pasado sino en su tratamiento, demasiado presente y actualizado. Pese a todo, consiguió ganar el Premio al mejor montaje y el Premio Canal Plus.
EL ILUSO (Rodrigo Sorogoyen). Max es inocente pero feliz. En el trabajo se aprovechan de él y no le pagan a menudo, su compañero de piso no lo respeta y sus amigos le ningunean. Habría que añadir que la chica que le gusta es su vecina, pero está liada con otro hombre. Max es, básicamente, el estereotipo de pringado con una permanente sonrisa. Rodrigo Sorogoyen, que logró emocionar y sorprender con su opera prima Stockholm (2013), nos habla sobre un joven actor que quiere hacerse sitio en un mundo lleno de peces más gordos que él. Este ejercicio audiovisual de pocos medios nace del proyecto “Id Arte Madrid Recicla”, pero su intento de concienciar sobre la importancia del reciclaje queda en un segundo plano, relegando su objetivo inicial a un mero aporte cómico. No hay apenas más ambición por parte de su director que hacernos pasar un buen rato, aunque subyazga una pequeña denuncia sobre el parasitismo que anida en esto del cine. Mucho más profundo, amargo e interesante se nos presentaba esta profesión –también rodado en blanco y negro– en el largometraje Los ilusos (2013, Jonás Trueba). El iluso de Sorogoyen se ve como un reverso de la elitista cinta de Trueba, ya que es una comedia mucho más accesible y amable para el gran público. Su resultado es un producto simpático a la par que intrascendente y prescindible, todo un cortometraje de reciclaje.
TODAS LAS COSAS QUE NO ESTÁN (Teresa Solar Abboud). Según la sinopsis oficial, “tenemos a una mujer que atraviesa Estados Unidos persiguiendo las imágenes de Harold Edgerton, el inventor del flash moderno. La idea de descubrimiento y de conquista de un mundo revelado gracias a sus inventos sirve como punto de partida para este road trip por los Estados Unidos”. Fíjese que en la descripción se hace un hincapié excesivo en la geografía del lugar, tal vez para dejar bien claro el carácter exótico y glamuroso de esta obra embasada al/para el vacío. Experimentación, ficción, documental, un inclasificable ejercicio de egomanía por parte de su directora, que se dedica a tomar abundantes baños en una piscina mientras, atónitos, observamos unos impersonales y pretenciosos video diarios de viaje. En sus imágenes carentes de fuerza la voz en off desvela una ingenua demostración –y gratuita donde las haya– de conocimientos y saberes que nos señalan la poética de algunas archiconocidas teorías científicas. Pero todo carece de interés, sus secuencias se dilatan hasta volatilizar la paciencia del espectador, las frases sacadas de un manual de ciencias son asépticas, inhumanas, dejando desamparada –cuando no a la deriva– la misma lírica narrativa que su autora intenta alcanzar. Es este un mediometraje eternizado que es puro error sin ensayo –cuarenta y un minutos que cualquiera podría ahorrarse– y que nadie sabe por qué se ha colado en esta selección oficial.
ELADIO Y LA PUERTA INTERDIMENSIONAL (María Giraldez y Miguel Provencio Quesada). Después de una dura jornada de trabajo tras la barra de su bar, Eladio se dispone a echar a los últimos clientes e ir a casa a descansar. Inesperadamente, aparece una foca de la nada. Un joven con aspecto de empollón le hablará sobre viajes en el espacio tiempo y agujeros de gusano. Lo que juega con elementos de ciencia ficción se acaba convirtiendo en la fórmula favorita nacional: picaresca + sorpresa final = gracieta española. Éxito asegurado entre el espectador fácil de convencer. El hecho de que ganara el Premio del público lo confirma. Lo mejor de esta historia es sin duda la foca, cuya interpretación es totalmente convincente. Mis felicitaciones al equipo técnico y la parte artística que le corresponde a los entrenadores de este mamífero marino.
Y hasta aquí el certamen nacional. En el próximo capítulo analizaremos las proyecciones de largometrajes: Pantalla abierta a nuevos realizadores, Pantalla cero y la sección Divergencias.
ALCINE 44 ∙ Parte I ∙ CERTAMEN EUROPEO ➽
Alcalá de Henares, a 18 de noviembre de 2014