Decía François Truffaut que, para él, el cine es «un arte de la prosa; definitivamente, se trata de filmar la belleza pero sin que se note». La noche americana, la obra que grabó en 1973, es un buen ejemplo de ello: una cinta que muestra la realidad que rodea al rodaje y que, al ser narrada con esa sinceridad y cotidianidad, consigue alcanzar toda una gran belleza casi sin proponérselo. Una película de cine dentro del cine, con los entresijos, el frenesí y los problemas de cualquier producción al desnudo, ya sean técnicos o sentimentales. Una intensa declaración de amor al cine que no podemos dejar de recordar 40 años más tarde.