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Los Miserables en la Historia – Los Miserables (Tom Hooper, 2012)

Los Miserables en la Historia – Los Miserables creada en 2012 por Tom Hooper es una película tramposa. Mucha pompa, en los dos sentidos de la palabra. Como pompa que flota, puro jabón que desaparece en el aire tras encandilarnos en un momento fugaz… eso sí, un buen momento, pero endeble, inconsistente.

Escrito por Daniel L.-Serrano (Canichu, el espía del bar)

Edición gráfica por Alicia Victoria Palacios Thomas

ACTO 1º

Lo peor es que mucha gente va al cine estos días a verla atraídos por los anuncios de televisión llenos de grandilocuencia, o quizá porque el excesivo precio de las entradas les hace sentirse obligados a pagar por una gran producción, y sentirse más perezosos para pagar otro tipo de películas.

Es la película de moda y mucha gente cree que si no va a verla no está a la última, como cuando todos se sintieron falsamente obligados a comprar un teléfono móvil con Internet, todos se sienten falsamente obligados a ir a ver este metraje. Pero es que resulta que mucha gente no está acostumbrada a los musicales, no los comprende y no le gusta, en consecuencia sacan sus teléfonos móviles con Internet y sin ningún respeto por el resto del público comienzan a usarlo molestando con su luz y sus ruidos.

A mí me pasó en la sala de cine, pero por lo que me cuentan otros espectadores también han sufrido a estos desaprensivos que mejor harían en ir a otro metraje, irse de la sala o simplemente gastar su dinero en otra cosa que más les guste.

“Los Miserables” es una novela que escribió Víctor Hugo en los años previos a la Comuna de París, en 1862, precisamente con la I Internacional en marcha en Francia y en un ambiente de mucho descontento social con la monarquía de Luis Napoleón Bonaparte.

Él situó la acción de la tercera parte de su obra durante los sucesos de la revolución del verano de 1830 y aquí es donde empieza la trampa de la adaptación de Tom Hooper, porque mucha gente que conoce o dice conocer la obra, en realidad no se ha leído la obra, y dan por bueno lo que Hooper les ha contado… Pero les ha contado una mentira.

Hooper no explica la historia de Los Miserables, la representa, que es diferente. Tampoco explica la Historia de la historia de Los Miserables, y eso es un gran error, ya que para Víctor Hugo esa era una parte vital, por cuanto él quiso ahondar en el alma humana y las percepciones de justicia social desde una perspectiva prerrevolucionaria.

El propio autor era un revolucionario en una época donde el socialismo ampliamente entendido estaba a la orden del día… y en las barricadas.

Hooper ha ignorado, no le ha interesado, lo que Víctor Hugo quería contar. Él sólo quería mostrar un musical… La Historia: no se explica.

La historia: no se profundiza. Sin embargo ha sido ladino, porque ha divido los tres actos de la obra en tres fechas divisorias, sin explicar el significado de las mismas, ignorando o despreciando a los espectadores menos versados en el conocimiento de la Historia y de las luchas sociales. Hace un simplismo de donde había algo muy complejo.

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                                       Víctor Hugo

ACTO 2º

La primera fecha que nos presenta es 1815, terminado el Imperio de Napoleón Bonaparte. Reina entonces Luis XVIII, pariente del decapitado Luis XVI, y del niño brevemente rey, también ejecutado, Luis XVII. Este es un rey impuesto por Congreso de Viena, su idea de gobierno es la venganza y el absolutismo.

De ahí los presos del inicio de la película y el hambre, pues las guerras y represiones en Francia han sido ininterrumpidas de 1788 a 1815.

La siguiente fecha que nos presenta nos trae una segunda parte donde el personaje protagonista es alcalde y dueño de una fábrica, es 1823. Hay un nuevo rey, Carlos X, que sigue siendo absolutista y que ha hecho avanzar a la clase burguesa sin darles derechos políticos iguales a los nobles.

El primer socialismo avanza, de carácter paternalista, avanza nuestro protagonista. La tercera escena la sitúa Hooper en 1832, sin embargo para Víctor Hugo era en 1830. No es cualquier cosa. En 1830 hubo una revolución en Francia basada en la revolución que hubo en España en 1820.

Destituyeron a Carlos X y situaron en el trono a Luis Felipe de Orleáns, que fue un rey constitucional y parlamentario. Es verdad que este rey hace leyes sólo para las clases más adineradas, lo que provocará que haya otra revolución en 1848, que es la que Víctor Hugo deja abierta en el final de su obra, y la que Hooper ni menciona más que con una escena final con una barricada en Las Tullerías de París a modo de presentar a todos los personajes de la obra cantando juntos, pero sin explicar su porqué, sino a modo de saludo final al espectador.

Hooper se salta lo de 1830 y sitúa la acción final en 1832, durante las breves protestas revolucionarios en los días de la muerte de Lamarque, un viejo general de la Revolución Francesa que, no se explica en la película, había sido uno de los generales que represaliaron a la población de la Vendeé, una región francesa contraria a la revolución. Así que Hooper nos está diciendo algo sin decirlo claramente, y puede ser una crítica al espíritu revolucionario y ansioso de justicia social que defendía Víctor Hugo y que en la acción original de 1830 venía directamente de la revolución española de 1820.

Los sucesos mundiales de protestas sociales tienen su origen en España, y quizá no haya sido casual que Hollywood se haya interesado en crear esta obra de nuevo en cine en estos momentos… pero maliciosamente.

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Caricatura de Luis Felipe de Orleáns por Honoré Daumier.

Pero la película es tramposa también por otros motivos. Se puede decir que la película quería imitar al musical de teatro que adaptó primero Manuel de Falla, y, más exitosamente en nuestros días, Alain Boublil y Claude-Michel Schönberg en 1980.

Lo cierto es que cuando he hablado de esta película con otros espectadores muchos viven en la confusión de creer que tras ser novela sólo ha sido musical, y sin embargo ha sido llevada al teatro muchas veces sin música, a la televisión otras tantas, y al cine en 1925 por Fescourt (cine mudo), en 1933 por Bernard, en 1944 por Fernando A. Rivero, en 1957 por Le Chanois, o bien en 1998 por Bille August, para mi gusto la mejor versión.

Pues precisamente por querer imitar el musical y no por querer contar la historia es una película con trampa.

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De izquierda a derecha: Manuel de Falla, Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil.

ACTO 3º

La película no está interesada en explicar nada, sino en mostrar unos impresionantes escenarios y unas maravillosas voces.

Nada más. Tienen aciertos musicales, escenas como las barricadas o la declaración de amor en el jardín están muy bien planificadas y montadas. Sin embargo, no ha sabido realmente utilizar el potencial de esas voces.

No han tomado nota de otros musicales donde la voz es otro instrumento musical para mover nuestras emociones, como en Evita (Alan Parker, 1993), Chicago (2003, Rob Marsahll), Moulin Rouge (2001, Baz Luhrmann), West Side Story (1961, J. Robbins y R. Wise) o Jesús Christ Superstar (1973, Norman Jewison), aunque de esta última han hecho muchos guiños en los coros empleados.

Las buenas voces de Los Miserables parece que quieren hablar más que cantar, no están acordes con la orquesta y en definitiva en lugar de dar fuerza emocional, dan un contrapunto musical que descarga todas las emociones y las destruye, salvo al final de la película en una sola canción.

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El cine dejó de ser mudo en 1927 con el director Alan Crosland, cuando rodó El cantor de jazz, un musical. Quizá Hooper tenía que haberse parado a escuchar esta película, o bien “Tommy”, la primera ópera rock, que crearon los Who, llevada al cine en 1975 por Ken Russell.

Ha hecho una gran película para lucir voces, pero se ha olvidado de que más que mostrar cómo sabía llevar una adaptación teatral al cine, debía mostrar una historia, contarnos una historia, motivarnos con una historia… o al menos emocionarnos con alguna canción…

Porque esa es otra, al menos esos chorros de voz pudieran haber sido usados para que quienes cantaban, y los actores cantaron del tirón en directo en el rodaje, cantaran de corazón y no de prefabricación…

La película puede hacerte disfrutar, pero para ver Los Miserables, mucho mejor la no musical de 1998. Esta te hace disfrutar como una pompa de jabón.

Daniel L.-Serrano (Canichu, el espía del bar) autor de Noticias de un Espía en el Bar

5 de enero de 2013

 

Pues bien, con todas esas cosas juntas, al tomarme la molestia, por obligación profesional, de visionar lo que considero un cubo de agua ponzoñosa para el sedimento estancado del cine, reconozco que hay veces en que uno debe comerse las palabras. Porque con gran sorpresa el agua está a nuestro gusto y no siendo un ferviente admirador del numerito musical, me quito -o se me cae- el sombrero y me emociono como espectador primerizo con las interpretaciones milimétricamente estudiadas de Hugh Jackman y Ann Hathaway, con la artesanía con la que se ha llevado a cabo todo el imaginario, desde la labor del director pasando por la de todo el equipo. Quien escribe es un tipo cínico, sombrío, que huye de haces de luz y producciones «para todos los públicos», que esta tarde vuelve a encogerse en su butaca, como si temiese ser confundido por un pervertido, mientras baja la cabeza y se disculpa: ¿Llorando? No, no, alergia. ¡Malditos, malditos sean Los Miserables!

Caballo (Redactor jefe de El Tornillo de Klaus

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