Escrito por Pablo Cristóbal, Miguel Cristóbal Olmedo y Alicia V. Palacios Thomas
Especial selección oficial de ficción: La Guarimba International Film Festival, III Edición Inspection Gala Sukhanova
Massa, con seis años de edad, se ve obligada a disimular las flaquezas de su madre, aparentemente ausente por obligaciones laborales, durante la visita inesperada de unos agentes de los servicios sociales. La niña oficia el papel de encubridora y cumple su papel de perfecta anfitriona. Les ofrece té, algo de picar, les muestra las chapuzas que la madre ha realizado en el hogar («ahora tenemos comido en la nevera y también ha arreglado el armario»), y sin embargo, entre lo que dice y lo que vemos existe un contraste evidente porque la nevera está semi vacía, la comida que ofrece son humildes sobras de una cazuelita, el armario es sólo uno de tantos muebles que suplican un arreglo y la pintura de toda la casa está descascarillada, con la constante promesa de un problema de goteras.
Massa, víctima de una situación disfuncional, obsequia a sus visitantes con el recital de un poema que dice haber aprendido en la escuela, en un intento torpe aunque ingenioso por distraer la atención de una indiscutible verdad: su madre, totalmente alcoholizada, duerme en la bañera de casa.
Este es el tesoro prohibido de la niña. Si la descubren, se la llevarán de la casa, poniéndola bajo la tutela del Estado, que es otra especie de extraño amenazador.
El cortometraje Inspección es el retrato de una infancia envejecida, un bellísimo reverso del video musical de los Cramberries: Animal Instict, pero también es la historia mínima de un pacto de silencio (sin resolución) entre dos personas, la hospitalaria Massa y la implacable jefa de los Servicios Sociales.
Lo que nos rompe el corazón no son sólo los constantes esfuerzos de una niña que no quiere ser separada de su irresponsable madre, sino el maravilloso desarme emocional de la mujer gélida y antagonista cuando descubre el terrible secreto de Massa.
Porque Inspection nos viene a decir que la piedad no entiende de legislaciones ni leyes escritas por ninguna persona y es parte de ese lenguaje humano que antecede morales heredadas.
Cuatro aspectos nos interesan destacar en el apartado formal: 1) la invasión en el hogar de Massa, rodada cámara en mano y con una brusquedad que acentúa la violencia psicológica de esta visita intrusiva; 2) entre los agentes de servicios sociales se encuentra un operador de cámara sin escrúpulos, una mirada mecánica en busca del documento, una analogía del espectador más paparazzi y del injusto escrutinio al que uno es sometido cuando se está en el punto de mira;
3) exactamente a la mitad del cortometraje tenemos un punto de inflexión: la jefa supervisora se detiene a mirar una fotografía de la niña estableciendo así el auténtico criterio para la valoración de esta inspección, el criterio moral, a través del retrato de esta frágil vida y no de su desastroso habitáculo;
4) la maestría de la realizadora Gala Sukhanova que, de manera imperceptible, parece introducir su cámara por los recovecos de este íntimo relato y nos hace olvidar que estamos ante una ficción cuyo potencial dramático se asemeja al del documental Los niños de la estación de Leningradsky (Hanna Polak y Andrzej Celinski, 2004).
Inspection se mantiene dentro de los márgenes de las historias de niños que se ven forzados a establecer un rol demasiado adulto, prematuramente. La versión más cruel de Peter Pan, escrita y dibujada por Loisel, nos contaba de manera gráfica cómo el país de Nunca Jamás era un refugio de las humillaciones y escarmientos que propiciaba una madre alcohólica, un lugar donde no se cometen abusos sexuales ni palizas, donde los únicos adultos que habitan son unos piratas que pierden cada batalla. De un modo mucho más burgués también se evadía del mundo de los mayores la misma Wendy y sus hermanos, e incluso la mimada protagonista de Alicia en el país de las maravillas compartía sueño con Lewis Carrol en esa misma máxima de abrazarse a la fantasía como último reducto frente al bautismo adulto.
Los hijos, en sus albores, se ven constantemente sometidos a las máximas de los adultos, a sus restricciones y prohibiciones, esas reglas que, para un pequeño, no tienen ningún sentido porque aprenden rápidamente que todos tenemos nuestro talón de Aquiles, que la tiranía del gigante esconde la misma hipocresía que el párroco que vacía las arcas de los feligreses o mete mano al monaguillo obediente. El niño se da cuenta de que algo funciona mal con los mayores, sobre todo cuando papá no existe y mamá le da a la botella. Este tipo de «secreto a voces», de «vergüenzas disfrazadas» las hemos visto en muchísimas películas, con los ejemplos recientes de Boyhood (Richard Linklater, 2014) donde un padrastro de mano suelta guarda las botellas de alcohol entre productos de limpieza y The Spectacular Now (James Ponsoldt, 2013) cuyo protagonista, en edad adolescente, compagina estudios y trabajo con su afición al whisky disfrazado de bebida gaseosas.
Los adultos esconden secretos por temor al rechazo social, pero asimismo los niños viven en un miedo similar que los obliga a enterrar sus tesoros prohibidos —bichos, diademas robadas, golosinas e incluso animales—, para que una fuerza mayor no se los arrebate. Así, en el cortometraje Inspection, la pequeña Massa debe jugar al disimulo y la distracción para que tampoco le arrebaten su más preciosa pertenencia, ese “pájaro herido” en que se ha transformado una madre vulnerable y rota, una madre desmadrada que es, sin embargo, todo lo que tiene, todo lo que sabe esperar la niña de su propia infancia. Una niña que ha dejado de ser niña y no sabe que su tiempo de jugar no ha llegado nunca.
Buen artículo del que agradezco que subraye algún aspecto y reflexiones que he podido pasar por alto. El corto es estupendo y merece una mención especial.