En España, donde la cultura ha sido desterrada únicamente a la práctica de unos pocos para salvaguardar un sistema que cada vez se pone más en duda, ha surgido entre los escombros un movimiento cultural y cinematográfico que bebe del ideal más romántico y puro del arte, el que antepone la ambición, el poder de contar una historia y el talento a las metas y a los fines crematísticos.
Escrito por Jorge García Martínez
Edición por Carlos Cristóbal
“Las artes no son grandes –verdaderamente grandes– más que en su estado primitivo”
Jean Renoir
Introducción
¿Es el cine el arte más universal? ¿El que mejor sintetiza y compacta las demás artes? Pero, ¿es el cine un arte inalcanzable para la mayoría? Sus costes de producción, realización y distribución hacen que la idea que deambula en la mente del artista muchas veces se vea mermada y sujeta a los beneficios derivados de una inversión inicial. Como apunta Truffaut en La Noche Americana (1973), “en un principio se espera dirigir una obra maestra… luego se espera acabar una película”.
Incluso hoy en día, a directores renombrados como Woody Allen o Coppola les resulta bastante problemático encontrar financiación para su película, algo que puede llevar a preguntarnos: ¿está el cine siendo desterrado en su vertiente más artística? Una superproducción con actores conocidos siempre será rentable, pero una película que reflexiona acerca de las convicciones morales que mueven a un grupo sectario en los años 50, aún siendo sus protagonistas Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman, y su director Paul Thomas Anderson, parece que está condenada al mecenazgo.
Resulta chocante que la mayoría de distribuidores y productores actuales se hayan olvidado que existe un público que demanda fervientemente este tipo de cine. Es inexplicable que películas como The spectacular now (James Ponsoldt) y Joven y alocada (Marialy Rivas) se hayan estrenado en este país, o películas como The act of killing (Joshua Oppenheimer y Christine Cynn) lo hayan hecho en un circuito muy reducido y específico. Otras, la mayoría, han tardado en ver la luz más de un año, como son los recientes casos de El congreso (Ari Folman), Upstream Color (Shane Carruth), El pasado (Asghar Farhadi) y Frances Ha (Noah Baumbach).
Por otro lado, estamos viviendo probablemente una de las épocas de mayor universalidad cultural desde la imprenta; la era de Internet: arma de doble filo que supone una democratización de los medios productivos, antes inalcanzables para aquellos que aspiraban a producir un disco o montar una película. Y ahora se ha puesto en manos del espectador y del oyente un abanico amplísimo de posibilidades, rompiendo esa barrera selectiva que imponían los ejecutivos y políticos de turno.
En España, donde la cultura ha sido desterrada únicamente a la práctica de unos pocos para salvaguardar un sistema que cada vez se pone más en duda, ha surgido entre los escombros un movimiento cultural y cinematográfico que bebe del ideal más romántico y puro del arte, el que antepone la ambición, el poder de contar una historia y el talento a las metas y a los fines crematísticos. Además, estos son respaldados por un tipo de público, cada vez más abundante, que actúa tanto como distribuidor y productor a través del crowdfunding o de la mera publicidad en las redes sociales. Surge así el denominado cine low cost como una voz que necesita expresarse en medio de la nada cultural que asola a un país como este.
La crisis de la industria audiovisual
A la hora de hablar del cine low cost conviene previamente analizar el contexto en el que nace, como movimiento de oposición ante todo aquello de lo que han bebido la mayoría de las generaciones de cineastas españoles en la década anterior.
Las subvenciones del Estado eran otorgadas tradicionalmente de forma directa por un comité de sabios funcionarios y políticos, ajenos la mayoría al mundo del arte, que decidían, sin saber muy bien bajo qué criterios artísticos, a que película iban a poner el dinero de los contribuyentes; basándose, normalmente, en la posible repercusión de la taquilla o en el amiguismo. Se trata de un sistema que choca con otros modelos de financiación, como el de EEUU, encaminados mucho más a las deducciones fiscales o al impedimento de trabas a la hora de distribuir una película, o como el de Francia, con un fondo de subvención organizado en el que la película con gran recaudación ayuda a la financiación de la cinta sin presupuesto. Estas son ayudas para la creación que funcionan en taquilla. Ahora mismo, en España, la reducción de las subvenciones y las medidas impositivas culturales, el famoso IVA del 21%, hacen casi insostenible el hecho de realizar una película y exhibirla de una manera abierta al público sin prever un beneficio económico a largo plazo.
Frente a esto, se ha optado por la autofinanciación, bien sea a través de inversiones privadas o a través del crowdfunding, que ha hecho que, por una parte, los políticos no entren en ese proceso de selección de cultura aún esbozada y, por otra parte, desaparezcan las exigencias y condiciones de productores, ejecutivos y distribuidores. Puede que el producto esté limitado, pero su vocación artística queda libre, pudiendo el realizador contar la historia que tiene en la cabeza de una forma más plena.
Por otra parte, frente a la piratería audiovisual y su supuesto perseguimiento con leyes vacías de contenido, se ha optado por mostrar un camino mucho más alternativo y coherente con esa libre disposición que la tecnología ofrece actualmente. Este es el de las plataformas web donde uno puede ver una película gratuitamente o pagando una cantidad irrisoria, o incluso convertirte por dos euros en productor y tener la capacidad de exhibir, copiar, distribuir e incluso remezclar la cinta. Películas como El Cosmonauta de Nicolás Alcalá, ofrecían camisetas bajo el lema “I support piracy of my movie”, algo impensable para esa señora tan erudita y culta de familia tan artística y refinada cuya famosa ley lleva su nombre. Del actual ministro de cultura, si es que se puede llamar así, mejor ni hablamos.
Y frente a los grandes presupuestos, los efectos especiales, las caras conocidas, las tetas de Kira Miró o el torso de Mario Casas, se ha optado por la ambición artística y por una historia que contar, algo tan ausente en el cine español de los últimos años, contando alguna excepción, la mayoría procedentes de Cataluña o de algún director renombrado y asentado.
El cine low cost
Para definir el cine low cost y cómo surge este término uno se tiene que remontar a las jornadas que impulsaron de una manera colectiva este tipo de cine con el fin de unificar este movimiento aún en caldo de cultivo. Allí se expuso: “el cine en los márgenes siempre ha existido, pero la etiqueta que propusimos quería hablar de un tiempo muy concreto en el que la democratización tecnológica (tanto para la grabación como para la promoción y exhibición) permitía una visibilidad creciente de propuestas arriesgadas y de todo pelaje”.
La manera de producir, de expandir los contenidos, de distribuir y consumir ha cambiado, y este tipo de cine es el pionero. Aquí se apuesta por la total libertad en todos los ámbitos que circunscriben una película. La idea de tener algo que contar no se encuadra bajo la idea de tener dinero para contarla, sino sobre la necesidad y la ambición de hacerlo posible. Lo importante, por otro lado, es que se está dando en España un movimiento consolidado como reacción a una situación insostenible, despojándose el realizador de trabas innecesarias para lograr su fin.
Aunque no podemos agrupar a estas películas y directores dentro de un género específico, ya que la mayoría de films son muy eclécticos, sí que podemos agruparlos dentro de una ideología común, de una forma particular de ver el cine y el arte. En su mayoría son jóvenes cineastas (aunque también encontramos veteranos), cuya pasión y ambición han logrado que ahora se hable de una realidad y unas directrices y en donde sus productos se pueden ver de forma abierta en internet quedando así para la perpetuidad. Además, hay que añadir que algunos ya han conseguido exhibir incluso en festivales de la talla de Sundance, South by Southwest o Tribeca.
También es preciso aclarar que existe una especie de clases dentro de este tipo de cine, sobre todo clasificadas en función de la inversión: películas financiadas íntegramente a través de crowdfunding y microinversiones y otras, mediante agencias y productoras independientes, que avalan el producto desde su idea inicial, manteniendo en todo momento las ordenaciones generales de su creador.
Por último, y como apunta el manifiesto “el cine de márgenes siempre ha existido”, hay que tener claro que esta manera de contar historias no es nueva, la novedad reside en los medios y las formas en las que se lleva a cabo. Ya en Francia, en 1959, se dio un fenómeno parecido; los cineastas se multiplicaron, se cambiaron las formas y los métodos y la concepción del propio cine, se salió a rodar a la calle, se contaron historias de forma sencilla para luego llevar a cabo una transgresión brutal. La Nouvelle Vague fue pionera en esto, como antes lo había sido el Neorrealismo en Italia o el Free Cinema en Inglaterra. Pero también en Estados Unidos, con una industria del cine mucho más sólida, ciertos cineastas prescindieron de todo el anclaje que supone realizar una película de manera tradicional para rodar un cine puramente underground e independiente. Shadows (1959), de John Cassavettes, fue la primera película en catalizar todo aquello, rodada con un presupuesto ínfimo, actores amateurs y diálogos improvisados. Fue el caldo de cultivo de lo que posteriormente pasaría a llamarse Mumblecore, un subgénero dentro del independiente caracterizado por una producción pequeña, actores desconocidos y el diálogo como peso principal en la obra.
En España se han dado momentos puntuales de cine underground, desde Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980, Almodóvar) pasando por Arrebato (1980, Iván Zulueta) o incluso Tesis (1990), opera prima de Amenábar.
Nuevos espacios de cine
El Artistic Metropol de Madrid equivaldría, aunque en menor medida, a lo que fue el Cinémathèque de Henri Langlois en la Francia de 1959; un lugar que no es un mero escaparate de exhibición convencional, sino un espacio dedicado al cine y a la cultura donde tienen cabida películas de cine low cost, de cine underground, cortos, videoclips, series de televisión, reposiciones e incluso charlas y presentaciones de libros. Foco del cine independiente de Madrid y lugar de encuentro para esta ‘nueva ola’ de directores, el Metropol es la primera piedra de cara a la proyección de este tipo de películas en salas, pero no la única, recientemente en Barcelona se ha inaugurado la sala Zumzeig, lo que podríamos considerar su equivalente pero en la ciudad condal.
Por otro lado, surgen las jornadas de cine low cost en Barcelona organizadas por Desirée de Fez y Miqui Otero, que ya cuentan con una segunda edición y están creadas bajo la premisa de agrupar a este gremio de ideólogos y dar una salida de forma mucho más amplia y teórica a este tipo de cine.
Plataformas low cost
Una de las grandes precursoras ha sido #LittleSecretFilm, que cuenta con su propio manifiesto, en donde exponen las reglas para poder exhibir la película de forma totalmente gratuita. Como en el propio manifiesto se especifica, “#LittleSecretFilm pretende ser una manera diferente de producir, dirigir, distribuir, estrenar, consumir, sentir y amar el cine”. También encontramos propuestas tan innovadoras como Plat, “un archivo fílmico online que tiene como objetivo aprovechar el potencial de Internet para dar una visión plural del cine español y ampliar su público más allá de los circuitos especializados”. O la ya conocida Filmin, donde podemos encontrar un amplio catálogo de cine low cost.
En el lado de la producción encontramos webs como queremoshacerunapeli.com donde se buscan productores para la realización de una película, pudiendo participar cualquier persona aportando al menos 10 euros. Y en el lado de la distribución han surgido webs tan novedosas como Appeditions, que ofrece a los creadores la posibilidad de distribuir y comercializar internacionalmente sus obras a través de dispositivos móviles; siendo la obra empaquetada junto con contenidos extra en una aplicación. Además, frente al margen del beneficio del precio final, que rondaba un 30% después de lidiar con distribuidores, jefes de ventas, etc., ahora el productor o realizador recibe hasta el 70% del margen de explotación.
Directores y películas principales
Alejandro Marzoa y Miguel Ángel Blanca – Your lost memories
Alfonso Sánchez – El mundo es nuestro
Bruno Teixidor y Ezequiel Romero – Nova
Canódromo Abandonado – La tumba de Bruce Lee
Carlos Atanes – Próxima
Carlos Marqués-Marcet – 10.000 Km
Carlo Padial – Mi loco Erasmus
Carlos Vermut – Diamond Flash
Daniel Castro – Ilusión
David Sáinz – Obra 67
Elena Manrique – Cinema verité, verité
Elio Quiroga – No-Do
Héctor G. Barnés – Kiln
Javier Bonet, Javier Fesser, David Galán, Roberto Pérez Toledo y Pablo Vara – Al final todos mueren
Jonás Trueba – Los ilusos
Jordi Costa – Piccolo grande amore
Jorge Arenillas – Otro verano
Juan Cavestany – Dispongo de barcos, Gente en sitios
Julen Robles – Arteros
Marçal Florés – Paradise
Manu Ochoa – Despedida de Soltero, Elvira, Las cinco crisis del Apocalipsis
Nicolás Alcalá – El Cosmonauta
Paco León – Carmina o revienta
Pablo Hernando – Cabás
Pablo Vázquez – Desmadre en la noche de la quietud
Pablo Maqueda – Manic Pixie Dream Girl
Roland De Middel – Working progress
Toni Nuevas – Como todas las mañanas
Madrid, a 22 de octubre de 2014
El texto de esta primera parte ha sido extraído de la revista columna zero, con la posterior actualización y revisión de su contenido en colaboración con el autor.
Un saludo desde la Muestra de Cine más pequeña del Mundo, un espacio pequeño y low cost en una aldea perdida del Pirineo, donde cada verano nos empeñamos en darle alas al cine más alternativo.