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THE DEFENDERS: La telebasura nunca se fue de nuestros hogares

Nadie pone en duda la importancia del papel que está jugando Netflix en esta nueva edad de oro de la televisión. Sus producciones “marca de la casa” cuentan en su haber con series tan consolidadas como House of Cards, Narcos, The Crown o Black Mirror, documentales episódicos tan necesarios como Making a Murderer o The Keepers, que han servido para presionar y poner en tela de juicio a la justicia norteamericana, y también series “populares”, esas que gustan a casi todo el mundo pero que no dejan mayor poso ni trascendencia, estas podrían verse como un mero entretenimiento o hit del verano: Stranger Things, Orange is the New Black, 13 season why, Master of none, Love, Glow e incluso The Defenders.

La edad de oro de las series de televisión

La nueva edad de oro de las series de televisión nos cegó un poquito a algunos crédulos que llegamos a pensar que estrenos como Los Soprano, The Wire, Mad Men, Breaking Bad o True Detective serían el modelo a seguir en un nuevo mundo de series mucho más exquisitas, alejadas del folletín de sobremesa y los paradigmas de antaño.

En muchos casos ha sucedido así aunque la mayoría de los nuevos éxitos se han apoyado en su fuerte base estética: Juego de Tronos se supera visualmente con cada nueva temporada pero siempre en detrimento de su guión. La ingeniosa dialéctica de sus protagonistas ha dado paso a las frases manidas, las escenas de amor cotidianas, los fallos de raccord que desafían la coherencia espacio temporal de sus viajes y esas batallas que—pese a su espectacularidad— carecen de la épica construida en temporadas anteriores.

Pero el progreso es siempre una carretera de doble sentido y también persiste una incansable apuesta por la innovación (vean el nuevo panorama de las series Indie, la moda de narrar historias sobre narcotraficantes o el nacimiento de la industria discográfica y cómo no mencionar toda la rienda suelta que se le ha dado a la creatividad videoartística de David Lynch en su última temporada de Twin Peaks).

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Laura Palmer en Twin Peaks, la cúspide de la TV como arte

Escrito por Pablo Cristóbal

Edición gráfica por Pablo Cristóbal y Alicia V. Palacios Thomas

En la mayoría de las series se ha innovado desde una estructura convencional (The Good wife es un ejemplo de cómo una serie, a priori moralista, se transforma gradualmente en todo lo opuesto para darnos un cruce perfecto entre lo que sería una Ally McBeal contemporánea con el cuidado al detalle que se ponían en los primeros episodios de Ley y Orden (Law and order).

Pero si algo podemos apuntalar con bastante claridad en estos tiempos convulsos es que todas las series de superhéroes realizadas hasta la fecha están resultando productos descafeinados que desvalorizan —cuando no pervierten— la crudeza y la sensibilidad que alternaban sus obras originales.

Hoy toca repasar este universo orquestado por un Netflix que es ambicioso en ideas pero muy pobre en algunos de sus resultados ya que:

The Defenders ha resultado ser una telebasura (o una televisión para dummies) disfrazada de grandilocuencia.

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The Defenders

Dos padres de la violencia: Miller y Verhoeven

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Si en algo tiene razón la periodista Hadley Freeman es en su rotunda afirmación de que “las películas de hace treinta años eran mucho más arriesgadas en sus propuestas que las de ahora”. Si The Defenders (Douglas Petrie, Marco Ramirezexiste es gracias a que un tipo llamado Frank Miller fue el artífice de las etapas más antológicas del personaje enmascarado conocido como Daredevil.

Para los que no lo sepan, la obra del guionista e ilustrador Frank Miller está emparentada a la del polémico cineasta Paul Verhoeven así que ya se pueden imaginar el grado de violencia e intensidad a la que nos exponíamos sus lectores al sumergirnos en sus páginas.

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Imagen de la exitosa serie Daredevil de Netflix.

Aunque Miller no participase en el guión original de Robocop (inspirado en un personaje de comic llamado Juez Dreed) todo su imaginario está presente en cada uno de sus fotogramas. Su mirada sarcástica sobre los medios de comunicación y la ley a merced de las corporativas lo hicieron el candidato idóneo para guionizar sus dos secuelas. Si aún no ven la relación les diré que los universos futuristas y criminales de Miller y Verhoeven estaban influenciados por el escritor Phillip K. Dick, lo podemos ver en films como Total Recall y Robocop o en las novelas gráficas Hardboiled, Ronin, The Return of the Dark Knight y Bad Boy.

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Imagen de Robocop (Paul Verohoeven, 1987)

Muchas de sus obsesiones (incluyendo el nazismo) están plasmadas en las icónicas escenas de sus noticieros y spots publicitarios, también en esa constante idea de la manipulación de los recuerdos —borrados o implantados— y en ese individuo que opera como una marioneta del sistema, entendida aquí como una dictadura basada en el capitalismo salvaje y la decadencia moral de sus dirigentes, el mundo como una gran corporativa.

Los dos autores han jugado a la ambigüedad cuando se trataba de tocar temas como el fascismo, las tribus urbanas, la prostitución armada de arsenal, la seducción violenta, la mirada del antihéroe… Sus femme fatale se dejan ver en muchas de sus historias y siempre como un objeto de deseo activo que no pasivo.

Ahí están las mujeres que protagonizan Showgirls, Instinto Básico, Elle…y en el caso de Miller, las tenemos representadas en Sin City (o en su catastrófica versión cinematográfica de The Spirit), villanas y antiheroínas icónicas, emancipadas, peligrosas, fuertes, seductoras…

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Arriba: Total Recall (1990). Abajo Hard Boiled de Frank Miller y Geof Darrow. Mini serie publicada originalmente por Dark Horse en tres volúmenes.

Verhoeven afirma que se hizo director de cine porque pensaba que podía expresar algo de una manera ingeniosa y que sus películas tienen la obligación escandalizar al espectador.

Las obras de Miller cumplían esa máxima, si perturbaban a algunos de los lectores más conservadores era porque eran historias adelantadas a su época. Comics en los que la tragedia, el suspense y, por tanto, la emoción funcionaban a pleno rendimiento.

La serie que nos atañe, The Defenders no sólo peca de ser una irrespetuosa adaptación a la novela gráfica Elektra Lives Again sino que es todo lo opuesto a la fuerza vitalicia que destilaban las viñetas, los guiones y el imaginario visual de Frank Miller.

Si Miller y Verhoeven realizaron “trabajos sementales” las series de Netflix están resultando ser unos “productos impotentes”.

Aquellas obras de culto tenían mucho más de cine que miles de teleseries y largometrajes infumables que pasan cada día por nuestras carteleras y hogares. Eran el tipo de comics políticamente incorrectos que dejaban un vestigio en nosotros, que nos elevaban como lectores porque había poderío y magia en todas ellas (entendida la magia como una narración que produce un cambio en nosotros y en nuestra forma de entender el mundo).

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Izda: Showgirls (1995). Dcha: Sin City (Rober Rodriguez y Frank Miller, 2005)

En el manido terreno de los justicieros de capa y antifaz Daredevil: Born Again era noveno y séptimo arte así como, a la inversa, Robocop era una franquicia de películas con el imaginario de un comic. No olvidemos que siempre ha existido una simbiosis muy poderosa entre la viñeta y el celuloide. Pero Netflix, pese a su logro con Daredevil, ha decidido traicionar las esencias de Miller que la sirvieron como punto partida para coger un desvío equivocado, el de la estela de un guionista con más morro que genio, más popular que autoral, más moralista que cínico y más amable que insurrecto.

Nos referimos al pretencioso autor de comics, Brian Michael Bendis quien destaca por sus eternos monólogos con ínfulas Tarantinianas y su complejo de megalomanía al más puro estilo Kingpin o Ciudadano Kane. Durante su paso editorial por las diferentes series de la casa de las Ideas se ha dedicado a revitalizar con éxito series/personajes de lo más mediocres pero que, sobre todo, le ha dado por urdir una sucesión de estrategias narrativas con el único objetivo de que el lector tenga que comprar un cúmulo de colecciones que estén interconectadas entre sí.

Así que para enterarse de lo que está pasando en la serie de Capitán America uno se tiene que hacer con la colección de Vengadores pero también con la tirada de Iron Man y ¿por qué no? Cómprate Spiderman, Daredevil y The Pulse por lo que te puedas haber perdido de la trama.THE DEFENDERS: La telebasura nunca se fue de nuestros hogares, the defenders, el tornillo de klaus revista de cine, Michael Bendis, Marvel comics,

Bendis elevó al cubo la necesidad y dependencia del lector medio de Marvel por comprar compulsivamente todas las colecciones mensuales (más los especiales), su fórmula del éxito le ha dado la vuelta al Universo Marvel a través de eventos que se han anunciado como la panacea pero que luego han resultado ser narraciones bastante decepcionantes.

Y las editoriales, como las plataformas exhibidoras, siguen sacándonos los cuartos a golpe de CrossOver, de superpublicidad sobre «el gran acontecimiento semestral» (antes era anual). En muy pocos años hemos tenido que soportar nada menos que dos Civil War, nuevas Secret Wars, una Casa y Dinastía de M, un Vengadores desunidos… Y es que no hay peor “fashion victim” que un consumidor de comics apasionado.

Las industrias nos indujeron a comprar reediciones inútiles, series paralelas, videojuegos, películas y merchandising…

El negocio está en la gula del completista o, como algunos dicen, “el ansia viva”. De forma similar nos pasa lo mismo con las series de tv del momento que devoramos de inmediato para salvaguardarnos de los spoiler que nos hacen los compañeros de Facebook. Y así, bajo esta sugestión de las redes sociales, las revistas culturetas, los podcast de turno o los carteles de la Gran Vía nos tragamos las novedades de Panini, ECC o Netflix sin ningún tipo de criterio o mesura, estando sujetos, más que nunca, a la dictadura de las novedades.

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Izda: Elektra lives Again. Dcha: Born Again.

Y llegaron los parásitos

El Daredevil de Netflix era muy notable, entre otras muchas cosas, porque no se diluía con episodios de relleno sino que estaba ansiosa por demostrar todo su potencial con cada capítulo, una de esas series contadas que mantenía el interés cargando gustosamente con más grano que paja.

Esta génesis del universo Marvel-Netflix tampoco quedaba sujeta a la introducción de subtramas irresueltas (con esos tontos cliffhangers) ni a personajes que estuviesen siendo catapultados para protagonizar sus propias series de televisón (como pasaría, posteriormente, en su segunda temporada con la carismática visión que nos presentaban de Frank Castle/The Punisher).

Pero como el éxito deviene en explotación, nuestra productora diversificó y encadenó su éxito a series de menor calado capaces de lastrarla. Disfrazadas para gustar a un público más «adulto» nos han demostrado ser, en esencia, productos muy interesados por capitalizar ciertos movimientos por la igualdad.

Véase Jessica Jones que surge en la tercera ola del movimiento feminista cuando las ideas se han convertido en tendencias, y Luke Cage (creado originalmente en la Blaxploitation) que viaja a la pequeña pantalla en la era post Obama donde, por fin, otras voces raciales son representadas pero rápidamente fagocitadas para convertirse en nuevo nicho de mercado: The Get Down, Dear White People, Scandal, Empire, How to Get Away with Murder

Y nos queda la peor de todas. Protagonizada por un actor muy poco carismático pero de extraordinario parecido a Leonardo Di Caprio, Iron First, es el ejemplo de una hegemonía desfasada, la historia consabida de un superhéroe a la antigua usanza: huérfano, multimillonario, heterosexual y caucásico —por no decir que ario—. Sus vanos intentos de darle un toque exótico mediante el apropiacionismo cultural (el de las artes místicas, la educación oriental y su compañera asiática) ni mucho menos la salvan del desastre.

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Imagen de The Defenders de Netflix.

Jessica Jones, Luke Cage y Iron First son productos que, aunque tengan un tono más oscuro o «adulto» que el universo pijo y naif de The Legends of Tomorrow de The CW o ABC (The Flash, Supergirl, The Arrow, Marvel’s Agents of S.H.I.E.L.D., Agent Carter…) siguen estando muy cercanas al criterio melodramático e infumable de 90210 Sensación de vivir.

Los superhéroes protagonizan las nuevas Al salir de clase, Compañeros, Melrose Place o Dawson crece. Y esto sin quitarle el mérito a Smallville que fue el primer culebrón televisivo de gente con superpodereres así como la interminable Walking Dead hizo lo propio con el género Z.

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Fanboys, Fangirls y mucho Cosplay en el estreno de The Defenders.

Son folletines para adolescentes y viejóvenes, para fans de comics que saltan de alegría cuando experimentan esa traslación comic- plasma. Muchos de ellos no se percatan de que la expresividad y creatividad del noveno arte supera con creces esta castración televisiva que no respeta siquiera las esencias. Todos estos productos están enmarañados en la trampa de lo «políticamente correcto» y son parte del problema de nuestro audiovisual contemporáneo de consumo, ese que juega con la nostalgia y la ilusión pero que no arriesga llegando a  infantilizarnos como espectadores.

Un carajillo descafeinado en el caso de Netflix, un daikiri sin alcohol en el caso de The ABC.

¿Dónde quedó la mala baba de adaptaciones como Blade, Darkman, Batman o The Crow? ¿Es que seguimos pensando que la televisión es inherente a un parbulario de éxitos estilo El coche fantástico o Stranger Things?

Así lo parece, sobre todo cuando las series de súpers han castrado el trabajo de autores como Frank Miller omitiendo la esencia violenta e icónica de la que se sustentaban sus mejores relatos para metamorfosearse disimuladamente en los nuevos cuentos clásicos de Disney, esos que nos narran la misma historia de siempre, la de gente guapa que representan el «bien» contra un montón de villanos (menos guapos o feos) que encarnan las fuerzas del «mal».

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Violencia salvaje en The Crow (Alex Proyas, 1994) y Darkman (Sam Raimi, 1990) por dos cineastas que se han perdido con productos familiares.

Pese a que subproductos como Jones, Cage y First se les haya tratado de dar una identidad los pilares de este nuevo Universo siguen siendo sostenidos por ese coloso que es Daredevil (la única producción que ha gozado hasta el día de hoy de una segunda temporada) que, sin pretenderlo, sigue haciéndoles sombra a todas ellas.

Seamos claros, Daredevil ha sido a la televisión lo que el The Dark Knight de Christopher Nolan ha sido al cine de superhéroes, un blockbuster ejemplar de tintes policíacos que es plato de buen gusto incluso para alguien al que no le gusten ni los comics, cosa que no podemos decir sobre sus malogrados apéndices.

Daredevil es el único de los Defenders que viste su disfraz y con estas pintas sigue siendo la construcción de personaje más verosímil y convincente de todas, por contra, sus compañeros llevan puesto el antifaz de «perdedores».

En Luke Cage nos hablan de la corrupción y miseria de Harlem, sin embargo nos lo presentan limpio, idílico, sus tonos amarillos nada tiene que ver con la visión de los barrios oprimidos por el crimen y la droga que tendrían David Simon (The Wire), Shawn Ryan (The Shield) o Vince Gilliam (Breaking Bad).

Luke Cage, sin pretensiones de ser una tragicomedia costumbrista al estilo de Spike Lee (Do the Right Thing) delata una visión demasiado saludable, condescendiente y «buenista» de Harlem mientras que el barrio de la calle 39 y la Décima Avenida de Hell’s Kitchen en Daredevil es un pozo sin fondo donde la noche parece perpetua.

Ni siquiera el boom Jessica Jones que gozó de artículos como Póstrense ante la mejor serie del año hizo justicia al comic del que procedía: Alias. La obra original venía de un Brian Michael Bendis en estado de gracia y giraba en torno a los casos que investigaba una detective con superpoderes así que no sólo se centraba en la historia de una stalker con complejo de culpabilidad gravitando alrededor de la figura de dos hombres (Kilgrave y Luke Cage).

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Imagen de la serie de Jessica Jones (2015) interpretada por una acartonada Krysten Ritter.

La mejor defensa de Luke Cage se encuentra en su excepcional banda sonora y en cuanto a Iron First señalar que no aporta nada nuevo, es otro príncipe de Gotham —pobre niño rico— que, en esta ocasión, se parece demasiado al de la serie de The Arrow y que librará su propia cruzada contra los criminales de La Mano. Pero no hay nada auténtico en Iron First ¡ni siquiera sus coreografías merecen la pena ser vistas!

Todos estos hijos bastardos de Daredevil nos han ido ofreciendo un verdadero mosaico de series cercanas al modelo de Los vigilantes de la playa no sólo por predecibles y cutres sino porque contienen sus dosis obligadas de amor imposible (TSNR), actores sin carisma, salvamentos entre olas de violencia naif, escenas poco o nada espectaculares y un sin fin de discursos eclesiásticos y moralistas que se dan entre colegas, villanos de opereta y exhibiciones gratuitas de cuerpos cosificados.

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Luke Cage y Jessica Jones en un momento poscoital de marcado carácter televisvo.

No se olviden de esos planos a la altura del trasero de Jessica Jones o los escorzos gratuitos de los pechos gigantes de la detective del departamento de policía, Misty Knight o de esos pedacitos de carne masculina que se traduce en los torsos musculados de Daredevil y Luke Cage, casi siempre entre sábanas tras un momento poscoital o, en el caso de Murdock, cubierto de heridas.

Ambos, cuando son heridos, se ven fornidos pero frágiles (el tópico de lo deseable) y a su lado, adivinen qué, mujeres muy preocupadas haciendo las veces de cuidadoras porque ya sabemos que las grandes historias de amor suceden entre los soldados y las enfermeras en tiempos de guerra.

Así que tanto a Deborah Ann Woll (Karen Page) como a Rosario Dawson (Claire Temple) las ha tocado desempeñar, básicamente, el mismo papel de confesoras, ayudantes y/o amantes consternadas. Enamoradas de sus héroes, preocupadas por sus acciones morales, son las figuras maternas, el consuelo y el apoyo moral de los supermachos en un universo feminista —dicen por ahí—.

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Los personajes de Frank Castle y Foggy Nelson también tienen sus propias cuidadoras.

En The Defenders —para mayor inri— se inventan una escena de fan service ridícula en la que nuestra enfermera Claire (Dawson) vence, contra toda lógica y pronóstico, a un asesino/ninja profesional de La Mano. Y para rematar lo superficial que es el universo de The Defenders hay que señalar cómo, en esa línea del clasicismo Disney que comentábamos antes, persiste la idea de que las arrugas son malas porque son enemigas de la belleza.

Ya hemos visto que en la nueva serie estrella de Netflix, The Punishser el actor que interpretará a Micro será interpretado por Ebon Moss-Bachrach (Girls, La casa del lago, La sonrisa de Mona Lisa) otro joven muchacho de ojos azules que nada tiene que ver con el cuarentón rellenito y alopécico que presentaban las historietas originales.

En Netflix la gente mayor que no queda relegada a un papel menor —como villano— siempre acabará muriendo de forma trágica o merecida.

Al fin y al cabo, la ficción de las viñetas y del audiovisual son inherentes a mostrar, cuando no preservar mediante técnicas digitales, la belleza y el erotismo de sus protagonistas.

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Imágenes de Micro y Castle discutiendo en Puniser: War Zone, miniserie de Chuck Dixon y John Romita Jr.

Las series de televisión apenas han madurado. Esa es la verdad.

Nosotros crecemos más aprisa que esos superhéroes del papel que han bebido de la fuente de la eterna juventud. Si J.K. Rowling con Harry Potter supo entroncar a una generación de niños con un personaje que crecía con ellos nos es imposible decir lo mismo de estos caracteres de la viñeta que, sujetos a cuerpos regenerativos e ideas cíclicas, no evolucionan ni aprenden ni, apenas, envejecen. En una suerte de alzehimer los vigilantes, que parece que no aprenden nada, se ven metidos en las mismas peleas de patio con sus compañeros, de su experiencia no han sacado nada en claro. Y llegados a un punto, nosotros tampoco aprendemos nada de ellos.

—Lo sé. Por eso intento protegerte. Permítemelo, por favor (…) —estoy segura de que Luke está donde necesita estar. ¿Sabes cuál es su verdadera motivación? Hacer lo correcto, más allá de las consecuencias. (…)—Vinimos para salvar vidas, no para destruirlas.

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Luke Cage haciendo migas con Iron First.

Vivimos en un mundo en el que existen series como True Detective y Narcos que son las pruebas empíricas de que se puede hacer una televisión de género que no excluya un alto nivel de calidad, series que superan el cine de la gran pantalla, series que trascienden la pobreza de lo común.

Y si a eso le sumamos que gozamos de tener centenares de historias creadas desde los años 70 que están esperando a ser resucitadas, que hay espectadores —eruditos o profanos— ansiosos por viajar a estos imaginarios, que hay buenos guionistas y productores con ganas de apostar por lo nuevo y respetar a su público, entonces cabría preguntarse cómo puede ser que todavía hoy existan tantos comics de los años ochenta que superen por mucho a las series de TV actuales, por qué este universo de The Defenders en Netflix es lo mejor que pueden ofrecernos estas adaptaciones en pleno auge de la edad de oro de la televisión y qué podemos esperar de la serie de The Punisher…

La respuesta te la dejamos a ti, mi querido lector.

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